Hernán Cortés, conquistador español a quien se debe la incorporación de Nueva España (actual México) al imperio de Carlos V. Su hazaña, que comporta el derrumbamiento del poderío de los aztecas, se inscribe en el marco de la exploración y colonización de la isla de Cuba y de las costas continentales de América Central, llevadas a cabo por España en el curso de la segunda década del siglo XVI. La implantación territorial del virreinato de Nueva España abre el camino para la conquista de California y toda la costa sur del Pacífico, especialmente el riquísimo Perú incaico, que vienen a incrementar el vasto imperio de Carlos V, pese a la indiferencia del monarca hacia sus posesiones en el Nuevo Mundo.
Datos de la vida de Hernán Cortés
1485 Nace en Medellin, Extremadura.
1504 Se instala en La Española (Santo Domingo).
1519 Llega a Tenochtitlán y apresa al emperador azteca Moctezuma.
1520 Abandona la ciudad en la «Noche triste».
1521 Reconquista México, tras un año de luchas.
1530 Es nombrado capitán general y marqués del Valle de Oaxaca.
1540 Regresa definitivamente a España.
1547 Muere en Castilleja de la Cuesta.
Un día no determinado del año 1485, doña Catalina de Paz, esposa del ex capitán Martín Cortés de Monroy, dio a luz un niño en la finca familiar cercana a Medellin. Eran los padres algo mayores y con cierto linaje, pero sin muchos medios, por lo que cuando Hernán llega a la adolescencia dudan entre dedicarlo al estudio, al servicio de la casa real o a las armadas de Italia o de Indias. Se decide en principio enviarlo a Salamanca, donde vivían sus tíos Francisco Núñez de Varela e Inés de Paz. Allí llega el muchacho, con sólo catorce años, e inicia estudios de latín, gramática y leyes, aunque no alcanza a licenciarse en nada.
Ante el poco beneficio que su hijo obtiene de la universidad, don Martín lo trae a casa a fines de 1501. Al año siguiente Hernán está decidido a embarcar al Nuevo Mundo en la flota del extremeño Nicolás de Ovando. Pero poco antes de la partida un desdichado incidente con un marido ultrajado lo deja maltrecho de varias heridas, a las que se unen poco después unas fiebres cuartanas. Restablecido, el joven resuelve cambiar de rumbo y unirse a las fuerzas del Gran Capitán de Nápoles, para lo cual se encamina a Valencia. Deambula por allí casi un año, sin decidirse a embarcar. Los padres reúnen sus ahorros y le compran una plaza en el barco de Alonso Quintero, que junto a otros mercantes zarpa de San Lúcar de Barrameda en dirección a las Indias.
El puerto de La Española, fundado por Colón en la isla de Santo Domingo, seguía siendo el centro de la administración de España en el Caribe bajo la gobernación de Diego Colón, hijo del descubridor. Allí llega el joven Cortés en 1504 en busca de fortuna. Y como parecía listo y algo de leyes se le había pegado en Salamanca, ejerce como escribano en la villa de Azúa. Con lo que de algo le sirven sus distraídos estudios para iniciar su andadura americana.
De Cuba a Yucatán
Hernán, a sus veinte años, era un joven de rostro agraciado y buena planta, pese a sus piernas algo estevadas. Alegre, desenfadado y comunicativo, traba buenas relaciones con algunos señores (y damas) de importancia en La Española. Entre ellos Diego Velázquez, hombre obeso y de similares inclinaciones, que, no obstante, acepta casarse con una de las doncellas que el gobernador ha traído de la península para «afincar» a los españoles. En premio a tan buena voluntad colonizadora, Diego Colón nombra a Velázquez gobernador de Cuba, cargo que traía aparejadas la conquista y población de aquella isla. Cortés se une a la expedición, que parte en 1511, y pronto se destaca en diversos oficios colonizadores, como los de agricultor, ganadero, buscador de oro y comerciante, mostrando una inclinación a los negocios rurales que reaparecería a lo largo de su vida. Al fundarse Santiago de Baracoa, el próspero joven es alcalde del cabildo y mantiene un tenso entendimiento con el gobernador de Cuba.
El hecho es que la mujer de Velázquez, de apellido Juárez, tenía unas atractivas hermanas, a las que rondaban tanto Hernán como otros capitanes de Cuba. Cortés se muestra remiso a cumplir el compromiso matrimonial dado a una de ellas, que casualmente llevaba el nombre de la madre del joven, Catalina. Este desaire a la familia Juárez trae cierto enfado entre ambos compinches, que llega a la reclusión domiciliaria de Cortés. Finalmente accede éste a contraer matrimonio con Catalina Juárez, apodada la Marcaida, con lo que acaba en cuñado del gobernador y alcalde ordinario de la recién fundada Santiago Cuba. Velázquez ha recibido orden de armar una expedición al Yucatán y las costas cercanas, tierras de las que hay noticias vagas sobre templos y ciudades de oro. Debe escoger un capitán, y se decide por Cortés, que se ofrece a financiar buena parte de los gastos.
Velázquez otorga autorización sólo para «reconocer y explorar» esas tierras, sin hacer asentamientos ni fundar ciudades, pues recelaba de la ambición de su cuñado. Cortés, temeroso de que Diego se arrepintiera de su nombramiento, adelanta la salida. Ésta se cumple el 18 de noviembre de 1518, con once barcos, setecientos hombres y diez cañones de bronce. Toca la isla de Mujeres y recorre puntos de la costa, antes de desembarcar en tierra continental el 18 de febrero de 1519. Pronto tienen los primeros encuentros con nativos, a los que el asombro y el temor hace mostrarse amistosos. Pero poco después son atacados por aguerridos mayas y zoques, con los que mantienen diversas escaramuzas. El choque definitivo se produce en las afueras de Tabasco, donde los caballos y las armas de fuego ponen en fuga a los yucatecas, más aterrados que derrotados. Cortés bautiza al poblado como Santa María de la Victoria y en los acuerdos de sumisión halla dos valiosos colaboradores: el náufrago y prisionero de los indios Jerónimo de Aguilar, y una india llamada Malinali que forma parte las veinte obsequiadas a los españoles. Ambos le servirán en adelante de intérpretes, aunque Malinali será también inseparable consejera y probablemente amante del conquistador. Es bautizada como Marina, y los indios la apodan Malitzin, que los españoles deforman en Malinche. Los aztecas llamarán también así a Cortés, por estar siempre junto a ella.
Cerca de Tabasco recibe Cortés a los primeros emisarios de Moctezuma (o Motecuhzoma), el tlatoani más poderoso de México, pero no su emperador, como erróneamente lo denominaron los españoles. Los tlatoani eran señores de las distintas ciudades, que guerreaban entre sí, sacrificaban los prisioneros a sus dioses y se obligaban a pagar tributos. Los aztecas, excelentes guerreros, dominaban por entonces varias ciudades y regiones de costa a costa, aunque no disponían de una organización imperial. Había continuas rebeliones de los obligados vasallos y también éstos y los propios príncipes aztecas guerreaban a menudo entre sí. Moctezuma tenía vasallos aliados, vasallos forzados y enemigos declarados entre los caciques y jefes de aquel extenso territorio. Esto lo advertirá pronto Cortés y lo utilizará en favor de sus designios. De momento, aquellos emisarios se marchan con regalos para su señor (una silla de cadera, cuentas de vidrio, un sombrero colorado) y la noticia de que el hombre blanco representa al rey más grande del mundo y desea entrevistarse con el emperador Moctezuma.
Mientras Cortés se entera del descontento contra la hegemonía azteca y debe calmar con prebendas y amenazas a los partidarios de Velázquez en sus propias filas, nuevos emisarios llegan de México-Tenochtitlán, trayendo ofrendas de Moctezuma. Finas prendas de algodón, plumajes, máscaras y estatuillas de oro. Pero eluden formular una invitación formal al jefe español. Según parece, el tlatoani era un soberano indeciso, que vacilaba entre los consejos belicosos de su hermano Cuitláhuac y la actitud más conciliadora de otros consejeros y de sí mismo. En el ínterin, Cortés continúa avanzando y dando rodeos, amenazado en su frente interno por la minoría velazquista, a la que desarmará con una estratagema. Funda la ciudad de Villa Rica de la Veracruz y, como no tiene autoridad para hacerlo, la pone en manos de sus soldados, en los que según la ley tomista reside la soberanía en ausencia del rey. Éstos forman cabildo, que designa a Cortés capitán general y justicia mayor, saltando la autoridad de Velázquez. Para reafirmar su aislada independencia e impedir intentos de fuga hacia Cuba, manda hundir las naves que les han traído al Yucatán. Ya sólo queda avanzar hacia México.
En los dominios de Moctezuma
Mientras se interna en el territorio, el conquistador sigue su doble política de recibir a los emisarios de Moctezuma para intercambiar obsequios e ciertos halagos protocolares, a la vez que continúa estableciendo pactos con caciques insumisos o descontentos. Uno de sus mejores aliados es el «cacique gordo» de los totonacos, que reina en Cempoala. Cortés lo convence de que mande apresar a los recaudadores de Moctezuma, y luego los deja en libertad haciendo ver que ha intercedido por ellos. Esta demostración acrece su prestigio ante los totonacos y recibe el agradecimiento de los desconcertados aztecas. Aprovecha el capitán general para hacerle decir a Moctezuma que o lo recibe de una vez o irá en su busca y lo pillará donde lo encuentre.
Sabe que tal amenaza no pasa de ser una bravata, y decide otro golpe de astucia. Los mejores guerreros de la región son los tlaxcaltecas, comandados por el valeroso Jicoténcatl. Como este altivo pueblo se niega a someterse, Cortés los enfrenta en desigual y
sangrienta batalla que acaba con el triunfo de los españoles. Entra en Tlaxcala y se muestra generoso con los habitantes y con sus prisioneros para conseguir una alianza militar. Con 400 españoles y varios miles de cempoaltecas y tlaxcaltecas inicia el cruce de la cordillera hacia el territorio azteca del Anáhuac, cuya capital es México-Tenochtitlán (el primer nombre designa la región, el segundo la ciudad), dejando en Cempoala a Juan de Escalante. Al llegar a la ciudad sagrada de Cholula, sede del culto a Quetzalcóatl, los jefes y sacerdotes aztecas lo reciben con grandes honores y muestras de vasallaje, compitiendo en consecuencia con los vencidos en Tlaxcala. Pero el conquistador teme una emboscada o quizá necesita una demostración de fuerza. Manda reunir en la plaza a los nobles, guerreros y pobladores, entre ellos mujeres y niños, y ordena a sus tropas cargar a degüello. Se produce una masacre que dura cinco horas y siega 3.000 vidas aztecas, en buena parte por el encarnizamiento de cempoaltecas y tlaxcaltecas.
Tras esta sangrienta demostración de su poder, llega a las afueras de Tenochtitlán en noviembre de 1519 y acampa junto a la laguna de Texcoco. Tras nuevas negociaciones con embajadores y reyes tributarios, como el de Texcoco, llamado Cacama, Cortés pierde la paciencia y entra en la ciudad con todo su ejército. Moctezuma, se apresura a salir a recibirle con un séquito de 200 nobles y dignatarios. La entrevista es amable pero formal, y el español y sus hombres son invitados a alojarse en el palacio de Axayácatl, padre del gran tlatoani. En los días que siguen, Cortés recorre la maravillosa ciudad, observa el mercado, las calzadas, fortificaciones, templos y palacios, cuya magnificencia llena de asombro y codicia a los españoles. También se entrevista varias veces con Moctezuma, hombre de unos cuarenta años, esbelto y jovial, pero también inseguro y débil de carácter, como típico representante de una aristocracia militar opulenta y en decadencia. El extremeño es también nombre que hace gala de ingenio y señorío y es muy probable que los dos rivales congeniaran bien.
Demasiada cordialidad y demasiadas atenciones y agasajos para el talante desconfiado de Cortés, que decide apoderarse del ingenuo monarca y retenerlo como rehén. Con sus capitanes de confianza, le tiende una trampa para que se traslade al palacio de Axayácatl, donde le indica que será retenido como «huésped». Allí Moctezuma puede seguir gobernando México y recibiendo a sus cortesanos, bajo la vigilancia de Cortés, que retoza con las hijas del tlatoani en las estancias contiguas. También sus hombres aprovechan la pasividad del permisivo soberano azteca, dedicándose a saquear todo objeto de valor y salir en excursiones hacia las fuentes del oro. Se construyen altares cristianos en los templos de la ciudad y Cortés, en un rasgo de sadismo, anuncia al desolado Moctezuma que lo enviará a España para que rinda vasallaje personal a Carlos V. Pero no todos los príncipes y nobles de Tenochtitlán ven con buenos ojos la mansedumbre de su soberano frente al jefe blanco.
La «Noche triste»
A principios de mayo los hecho se precipitan ante el anuncio de que se acerca una gran armada de refuerzo al mando de Pánfilo de Narváez. Cortés sale regocijado a su encuentro, dejando a Pedro de Alvarado al cuidado de Tenochtitlán. Pero al llegar a la costa se entera de que Narváez viene en realidad a pedirle cuentas en nombre de Diego Velázquez y dispuesto a presentar batalla. Una avanzada de Cortés comandada por Sandoval y Pizarro da fácil cuenta de la vanguardia de Narváez en una batalla en la que el propio enviado pierde un ojo y cae prisionero. El grueso de sus tropas cambia de bando al saber lo de la ciudad del oro y las bellas nativas, y Cortés queda dueño de 18 navios y un considerable ejército.
Pero las cosas no han marchado bien en Tenochtitlán. Alvarado no tiene la sutileza ni la astucia de Cortés. No se entiende con Moctezuma y toma la celebración de la fiesta anual de toxcatl por una posible rebelión. Sin vacilar, el tosco soldado manda asesinar a los 400 nobles y familiares reunidos en un salón del palacio de Axayácatl. Los indignados aztecas sitian a los españoles, privándolos de agua y víveres. El 25 de junio Cortés regresa a una ciudad silenciosa y en amenazante calma. Se entrevista con Moctezuma y accede a liberar a Cuitláhuac para que sosiegue a los revoltosos que encabeza Cuauhtémoc, sobrino del tlatoani. Pero el príncipe liberado se une a los rebeldes y la situación se torna muy comprometida. Moctezuma intenta calmar los ánimos, pero es lapidado por sus súbditos. Moriría el día 29, no se sabe si de esas heridas o a manos de los españoles. El 30, el capitán general decide hacer una salida y romper el cerco para huir. En esa acción, conocida como la «Noche triste», mueren más de 700 españoles y miles de los indios aliados a ellos.
Los desastrados conquistadores buscan refugio en Tlaxcala, donde Cortés reagrupa sus fuerzas, inicia la construcción de dos bergantines y recibe refuerzos espontáneos de capitanes y aventureros que llegan tras el oro de México. La reconquista es una abierta expedición militar que se extiende desde septiembre de 1520 hasta agosto de 1521. En los primeros seis meses. Cortés expulsa a los aztecas de la zona oriental y el 31 de diciembre entra en Texcoco. Rodea lentamente la laguna por Cuernavaca, Xochimilco y Coyohuacán para poner sitio a Tenochtitlán el 9 de junio de 1520. Los defensores, mandados por Cuauhtémoc, van cediendo terreno hasta ser aniquilados en la isla de Tlaltelolco. Su jefe será ejecutado en 1522, tras ser perdonado y volver a conspirar contra Cortés. Éste, victorioso, propone a Carlos V bautizar aquellas tierras con el nombre de Nueva España de la Mar Océano.
El marqués del Valle de Oaxaca
Pese a las muchas acusaciones que habían llegado a la corte contra Hernán Cortés, el rey lo nombra gobernador y capitán general de la Nueva España, aunque recortando sus atribuciones con la designación de diversos funcionarios reales. Viudo tras la muerte de Catalina en noviembre de 1522, el conquistador redacta dos años después sus famosas Ordenanzas, en las que da normas para las relaciones con los indios, la defensa del territorio, la evangelización y el fomento de la economía. Poco después debe marchar a las Hibueras (Honduras) para sofocar la rebelión de Cristóbal de Olid y, en su ausencia, el veedor Peramil de Cherino se hace con el poder, creyéndolo muerto. Esto coincide con la llegada del licenciado Luis Ponce de León, que viene a poner juicio de residencia al capitán general. Muere a poco de desembarcar, al igual que su sucesor Marcos de Aguilar. Se murmura que Cortés es el autor de ambas muertes, y el nuevo veedor, Alonso de Estrada, resuelve enviarlo a España para evitarle males mayores.
Una vez más Carlos V desoye las maledicencias y colma de honores al conquistador.
Le otorga el título de marqués del Valle de Oaxaca y arregla su boda con una dama de alta alcurnia, doña Juana de Zúñiga. También le mantiene el cargo de capitán general, aunque el gobierno efectivo de Nueva España queda en manos de la nueva Audiencia de México. Vuelve Cortés a su marquesado, donde habrá de pasar diez años dedicado a fomentar la agricultura y la ganadería y armar expediciones al golfo de California. En 1535 nace su único hijo legítimo, Martín Cortés, y en 1540 regresa a España para participar al año siguiente de una desastrosa incursión imperial sobre Argel. Morirá en 1547, sin dejar de elevar reclamos y pedidos a su admirado emperador.