El nuevo monarca aragonés fue Juan II (1458-1479), hermano de Alfonso V. Juan II contaba, cuando accedió al trono aragonés, con una larga experiencia.
En Castilla había sido la cabeza del grupo conocido como los «infantes de Aragón». En Navarra, gracias a su primer matrimonio con Blanca, había sido rey consorte desde el año 1425 y monarca efectivo a partir de 1441. Pero también había desempeñado cargos en la Corona de Aragón, en donde fue, entre otras cosas, lugarteniente general de Cerdeña y Sicilia entre los años 1415 y 1416.
Sin duda, la situación de la Corona de Aragón, y en particular de Cataluña, era sumamente delicada.
Antecedentes de la Guerra Civil
Juan II tenía, desde años atrás, un conflicto con su hijo Carlos, príncipe de Viana y heredero del reino de Navarra. Aquel enfrentamiento se proyectó en el ámbito catalán, en donde los sectores opuestos al monarca decidieron prestar apoyo al príncipe de Viana. Las Cortes de Lérida de 1460 hicieron frente a Juan II, que hubo de liberar a Carlos, a la sazón prisionero suyo. Simultáneamente se constituyó el Consell del Principat de Cataluña, integrado por gentes de la nobleza y del patriciado urbano. Es más, al año siguiente el Consell llego a proclamar a Carlos de Viana heredero de Cataluña. Ante aquel panorama, Juan II aceptó negociar, llegándose, en junio de l461 a la capitulación de Villafranca del Penedés. Dicho acuerdo, que, según Josep María Salrach, recogía todas las reivindicaciones políticas de la oligarquía desde los tiempos de Pedro el Ceremonioso, suponía un importante freno para las aspiraciones de Juan II. Entre otras cosas, se acordó que el monarca aragonés sólo podría entrar en Cataluña con la previa autorización del Consell del Principat.
Inicio de la Guerra Civil
Las fuerzas denominadas pactistas, es decir, los sectores sociales dominantes, entiéndase los grandes señores de la tierra, el patriciado urbano y algunos dirigentes de la Iglesia, habían salido triunfadores. De todos modos la sospechosa muerte del príncipe de Viana, apenas unos meses después de la citada capitulación, supuso un cambio rotundo de la situación. Fernando, hijo de Juan II y de su segunda esposa, Juana Enríquez, fue jurado heredero de la Corona de Aragón. Mientras tanto se vivía en Cataluña un auténtico clima de preguerra. En febrero de 1462 se amotinaron los payeses de remensa de tierras de Gerona. Unos días después se manifestaban en Barcelona amplios grupos de menestrales ofreciendo su apoyo incondicional a Juan II. Por su parte, el Consell del Principat reclutó a toda prisa un ejército. El 11 de marzo de 1462, Juana Enríquez decidió abandonar Barcelona, acompañada por su hijo Fernando.
Aquél fue el comienzo de una dura guerra civil que duró en torno a los diez años. En un bando se encontraba el rey Juan II, el cual contaba, aparte de la ayuda militar francesa, con el apoyo de los payeses de remensa y de los sectores populares de las ciudades. Frente a Juan II se encontraba básicamente la oligarquía, tanto rural como urbana, representada por la Diputación del General, así como algunos sectores populares que habían abrazado su causa. Los rebeldes propusieron colocar al frente del principado al rey de Castilla Enrique IV (1462) y, tras su renuncia, acudieron al condestable Pedro de Portugal (1464-1466) y, finalmente, a Renato de Anjou (1466-1472). No obstante, el desarrollo de los enfrentamientos militares se fue decantando a favor del bando realista.
Principales Hitos de la Guerra Civil
Recordemos algunos de los principales hitos de aquel conflicto: en 1462, Gerona, sitiada por los rebeldes, logró resistir; en 1464 caía en poder realista Lérida; en 1465 las tropas de Juan II vencieron a sus rivales en Calaf, ocupando, en los meses siguientes, entre otras localidades, Cervera y Tortosa. Ciertamente, en el año 1467 los rebeldes vencieron en Vilademat, lo que les dio el control del Ampurdán. Pero los realistas reaccionaron, logrando nuevos éxitos en los últimos meses de 1471, como la recuperación de Gerona y la victoria de Santa Coloma de Gramanet. La caída de Barcelona, en octubre de 1472, en manos de Juan II, después de un largo asedio, supuso el fin de la guerra civil catalana. La rendición de los rebeldes se plasmó en la capitulación de Pedralbes. Juan II se mostró conciliador, lo que explica que no hubiera ni represión ni depuraciones. Ahora bien, la relación con la monarquía francesa se puso difícil, debido a que el rey galo retenía en su poder los territorios de Rosellón y la Cerdaña, que Juan II le había otorgado en 1462, en compensación por su ayuda, y que tras la paz le reclamaba. A comienzos del año 1479 falleció Juan II, a la avanzada edad de ochenta años.