Fernando I (el Magno), rey de León (1037-1065) y conde de Castilla. Hijo segundo de Sancho Garcés III (rey de Navarra) y de su esposa Mayor o Nuña (hermana del conde de Castilla, García Sánchez). Fernando I tomó el título de rey de Castilla cuando se casó con Sancha (hermana de Bermudo III, rey de Asturias y León) en 1032, al cederle su padre el condado de Castilla y las tierras comprendidas entre el Pisuerga y el Cea, con la designación de reino. Al morir Bermudo III sin descendencia en 1037, su reino pasó a su hermana Sancha; por lo que este reino quedó unido al de su marido; éste, por tanto, pasó a ser rey de Castilla y León desde dicha fecha, y fue coronado como rey de León, en esta misma ciudad, en la iglesia de Santa María, por el obispo Servando en 1038.
Expansión a navarra
Esta unión de los dos reinos tuvo mucha importancia para Fernando I frente a la lucha contra al-Andalus. Por rivalidades con su hermano García Sánchez III (rey de Navarra) estaban los dos enemistados y, en una visita que García Sánchez III hizo a Fernando I, éste lo encerró en el castillo de Cea; pero el navarro se escapó y, en unión de los musulmanes, vino contra Burgos; Fernando I salió a su encuentro y se trabó la encarnizada batalla de Atapuerca, cerca de Burgos, en la cual murió García Sánchez III en 1054. Entonces, Fernando I, tomando una parte del reino de Navarra, extendió sus dominios hasta la orilla derecha del río Ebro, dejando el resto del reino navarro para su sobrino Sancho Garcés IV (hijo de su hermano García Sánchez III).
Conquistas de taifas
En 1055, Fernando hizo una campaña contra la taifa de Badajoz, a la cual arrebató, en el término de tres años, Viseo, Lamego y varios castillos. El 24 de julio de 1064, se apoderó de Coimbra. También llevó la guerra a la taifa de Zaragoza, a la que conquistó Vado del Tey, Berlanga, Aguilera, San Esteban de Gormaz y varios castillos, y la sometió a vasallaje. Después fue contra la taifa de Toledo y se apoderó de Uceda, Salamanca, Guadalajara, Alcalá de Henares y Majerit; el régulo de Toledo, al-Mamun, pidió la paz; Fernando I se la concedió bajo promesa de vasallaje. Ante estos acontecimientos, Motadid de Sevilla fue al encuentro de Fernando I y le pidió hacer un tratado de paz; el castellano se lo concedió a cambio de un tributo anual y la devolución de los restos de san Isidoro, lo cual cumplió el musulmán.
Muerte y repartición de reinos
En 1064, puso sitio a la ciudad de Valencia; pero, al año siguiente, cayendo enfermo, marchó a León, donde llegó el 24 de diciembre de 1065, y murió tres días más tarde. Había dejado repartido su reino, que comprendía una tercera parte de la Península Ibérica, entre sus cinco hijos habidos con su esposa Sancha, lo cual había sido aceptado por una junta de nobles de Castilla y León. Conforme a ese reparto, a su primogénito Sancho le dejó Castilla; a su segundo hijo, Alfonso, León y Asturias; a su tercer hijo, García, Galicia y el territorio conquistado en Lusitania hasta el río Mondego; a su hija Elvira, dejó la ciudad de Toro; y, a su hija Urraca, la de Zamora; ambas ciudades dependientes de León; pero esta situación sólo se mantuvo durante los tres años que vivió la reina Sancha.
Concilio de coyanza
Fernando I ordenó la celebración de los domingos, conforme a lo acordado en el Concilio de Coyanza ( ahora Valencia de Don Juan) en 1050. En el canon 3º, se ordena que los clérigos “no tengan en su casa otra mujer que su madre, hermana, tía o madrastra, las cuales han de vestir de un solo color y decente”. El canon 6º prohíbe, a los católicos, “vivir y comer con los judíos, marcándose severas penas para los que infrinjan esta ley”. Vemos que el celibato, que empezó a germinar en el concilio de Elvira en el año 306, aquí ya llega a su apogeo; mientras que, en este Concilio, comienza a germinar la unidad religiosa católica de la Península Ibérica, realizada antes por Recaredo, rota por el Islam, y que se realizará otra vez cuando lleguen los Reyes Católicos.