Recaredo I fue un rey visigodo. Sucedió a su padre, Leovigildo, en abril del año 586. Recaredo sabía, por la experiencia de su padre y de su hermano, que no podría haber paz en su reino ni su trono estaría seguro si no solucionaba e problema religioso; pero sucedía que, en su reino sólo había unos doscientos mi visigodos, eran arríanos, mientras que los hispanorromanos, que eran católicos, constituían una población de unos diez millones, que, además, estaban rodeados de católicos por todas las fronteras, y, con ellos, estaba todo el Imperio romano de Oriente, que también era católico.
Por tanto, intentar la unidad religiosa en el arrianismo no tendría ningún éxito, pues ya lo pretendió su padre sin ningún resultado positivo, tampoco podía continuar la situación como estaba, porque, en cualquier momento, podía haber un levantamiento católico contra él, como el encabezado por su hermano Hermenegildo contra su padre con la idea de acabar con el amanismo; entonces sería difícil mantenerse en el trono contando con tan pocos visigodos contra tantos millones de católicos dispuestos a luchar contra él. Por lo que la solución del problema no era difícil, al menos era preferible enfrentarse a doscientos mil arríanos, teniendo a su favor la ayuda de todos los millones de católicos, incluidos el Sumo Pontífice de Roma y el emperador bizantino, que hacer lo contrario. Por tanto, Recaredo I tomó una decisión transcendental para el devenir de su reino.
Conversión de Recaredo
Un año después de su ascenso al trono, convocó un concilio de obispos arríanos y destacados nobles visigodos, y les manifiesto su decisión de hacerse católico. La reacción no se hizo esperar; el obispo arriano Ulpila, jefe de palacio, promovió una conspiración, que fue descubierta, y Ulpila, desterrado; Sunna, obispo arriano de Mérida, con los condes Segga y Viterico, preparó otra conspiración; pero, abortada ésta, los conspiradores fueron desterrados y confiscados sus bienes. El obispo arriano de Narbona, Athaloco, y los condes Granista y Vildegemo, después de llevar a cabo graves desórdenes en los cuales fueron asesinados muchos católicos, ofrecieron la Septimania al rey franco Gontrán, quien mandó en seguida un ejército que la ocupó; pero Recaredo fue contra él y lo derrotó. Al año siguiente, 589, Gontrán, queriendo vengarse por el descalabro sufrido, penetró en la Septimania y se apoderó de Carcasona; pero Recaredo envió un poderoso ejército, que derrotó completamente a los francos. Una vez apaciguadas todas estas revueltas, Recaredo llevó a cabo el cambio de religión del reino visigodo por medio de III Concilio de Toledo, que comenzó el día 4 de mayo del año 589; se reunieron 73 obispos y 5 metropolitanos (de las cinco provincias del reino visigodo); decretaron tres días de ayuno; volvieron a reunirse el día 7 del mismo mes ; entonces, el rey entregó, por escrito, su profesión de fe a los obispos, y éstos la aprobaron; seguidamente, abjuraron del amanismo: el monarca, su esposa (la reina Bada), ocho obispos arríanos, los grandes del reino y los servidores de la corte. A partir de entonces, toda la Península Ibérica fue católica; el arrianismo quedó muerto en ella (con sus libros y sus Biblias, que fueron quemados), para resucitar de nuevo en los siglos VIII y XX con otros nombres. Todos los nobles arríanos no estuvieron de acuerdo con lo sucedido en este Concilio, por lo que algunos dirigidos por Argimundo, que ocupaba un alto cargo en el palacio del rey, promovieron un complot para asesinar a Recaredo, lo cual fue descubierto y abortado. El monarca envió una carta al Sumo Pontífice Gregorio I Magno, informándole de lo sucedido en dicho Concilio; a la carta acompañaba un regalo consistente en un cáliz de oro y piedras preciosas. Gregorio Magno respondió con otra carta acompañada de unas reliquias, que consistían en un pedacito (según el Papa) del lignun crucis, una llave (según el Pontífice) hecha con parte del hierro de las cadenas puestas sobre el apóstol Pedro cuando sufrió el martirio, y unos cabellos (que Gregorio I afirmaba que eran de Juan el Bautista); un trueque perfecto. Después, Recaredo, por intermedio de Gregorio I Magno, negoció, con el emperador bizantino Mauricio, un nuevo tratado reconociendo, al emperador bizantino, la posesión de la provincia bizantina del litoral mediterráneo de la Península Ibérica, con lo cual terminaron todas las discordias con el Imperio romano de Oriente. Es evidente que Recaredo consiguió la unidad tan deseada por su padre en el tema religioso; pero no en el tema territorial, pues dejó la provincia bizantina en manos del emperador romano de Oriente. El rey Recadero I murió en el año 601.