La principal actividad desplegada por el reino astur-leonés, en el transcurso de los siglos VIII al X, fue la colonización de los espacios situados entre la cordillera Cantábrica y el río Duero. Dicho territorio, que comprendía unos setenta mil kilómetros cuadrados, incluía el centro y sur de Galicia, el Alto Ebro y, sobre todo, la cuenca del Duero.
Tradicionalmente se ha supuesto que, desde mediados del siglo VIII, la cuenca del Duero se encontraba despoblada, debido a la marcha hacia el sur de los beréberes, es decir de los musulmanes que se habían establecido en aquellas tierras, y la huida hacia el norte de los cristianos. El principal defensor de esa hipótesis fue el insigne medievalista Claudio Sánchez-Albornoz, el cual se apoyaba tanto en argumentos cronísticos como toponímicos e institucionales. Esos puntos de vista, no obstante, fueron discutidos en su día por Ramón Menéndez Pidal, el cual entendía que el término latino populare no quería decir volver a poblar, sino ocupar y organizar un territorio. Pero ha sido sobre todo la arqueología la que más ha criticado la hipótesis de la despoblación, para lo cual se basa en excavaciones que revelan, en determinados puntos, una continuidad poblacional. De todos modos, al margen de la mayor o menor despoblación de aquellas tierras, es indudable que la cuenca del Duero fue una «tierra de nadie», por cuanto desde mediados del siglo VIII no estaba dominada ni por al-Andalus ni por el incipiente reino astur.
Proceso de Repoblación
En cualquier caso hubo, sin la menor duda, un importante proceso repoblador, del cual eran protagonistas ante todo gentes procedentes del otro lado de la cordillera Cantábrica, a las que se sumaron, avanzado el siglo IX, mozárabes que abandonaban al-Andalus. En un primer momento la repoblación tuvo un carácter espontáneo, procediendo los labriegos, que actuaban por su cuenta o bajo la dirección de clérigos o de nobles, a la presura, término que significa ocupación de un territorio y posterior puesta en explotación de ésta. Más tarde, desde mediados del siglo IX, los reyes astures decidieron intervenir en esa actividad, lo que explica que se hable de repoblación oficial.
El mencionado proceso colonizador tuvo, sin la menor duda, importantes consecuencias económicas y sociales. Por de pronto hubo una masiva roturación de tierras, al tiempo que se diversificaban los cultivos, al ganar peso ante todo los cereales y la vid. En el ámbito de la ganadería asistimos en esos siglos ascenso del caballo, imprescindible para las actividades bélicas pero también al crecimiento de la ganadería ovina, protagonista de la trashumancia que se desarrollaba entre las montañas Cantábricas y las llanuras del valle del Duero. El mundo rural ejercía en aquel tiempo un predominio indiscutible. Las actividades artesanales y mercantiles, así como la vida urbana, tenían, en cambio, muy escaso predicamento. Los únicos ejemplos de núcleos urbanos significativos, para el siglo X, eran Burgos, León y Zamora. La circulación monetaria era muy reducida, predominando en el intercambio de productos el trueque. Pese a todo, en el siglo X se observan atisbos de avance, lo que se plasmó en la institucionalización de los mercados.
Organización Social
También ha sido objeto de amplia polémica el tipo de sociedad que se configuró en la cuenca del Duero tras el proceso colonizador. Sánchez-Albornoz ha defendido la idea de que el rasgo dominante de aquella sociedad era la abundancia de pequeños campesinos libres y la escasa incidencia de la dependencia. Ello sería la consecuencia de la gran cantidad de tierras a cultivar, así como de la escasez de colonizadores. Otros autores han puesto de relieve el papel desempeñado en el proceso colonizador de la cuenca del Duero por las comunidades de aldea. De todos modos no hay que olvidar que en ese proceso intervinieron, desde el primer momento, nobles y eclesiásticos, los cuales utilizaban a labriegos dependientes. Asimismo, en el interior de las comunidades de aldea los más fuertes del grupo terminaron por imponerse a los más débiles. De ahí la existencia de sectores campesinos que se encontraban en clara situación de dependencia con respecto a los poderosos. Tal era el caso de los júniores, de los collazos o de los casatos.
En cuanto al sector dominante, a la cabeza se hallaban los magnates, que constituían la alta nobleza, estando por debajo de ellos los infanzones, es decir, la baja nobleza. El sector de los labriegos era muy variado, pues incluía desde campesinos dueños de sus predios hasta, en el escalón más bajo, los casatos, que se encontraban próximos a la servidumbre. No obstante, dentro de los sectores populares emergió el grupo de los denominados caballeros villanos, expresión que aludía a gentes de origen popular que habían logrado adquirir un caballo, lo que los acercaba al estamento nobiliario.