La guerra de sucesión castellana abarco los años 1474 a 1479. En 1474 se inicia el período más brillante de la historia de España: los Reyes Católicos transmiten a sus herederos un instrumento eficaz, un Estado castellano, coherente, fuerte, dinámico; Carlos V y Felipe II transforman España en potencia hegemónica; con los Austrias Menores se derrumba el inmenso poderío español; con los primeros Borbones se inicia una recuperación prometedora que se termina con la catástrofe que supuso la guerra de la Independencia.
Antecedentes
Enrique IV muere en Madrid, el 12 de diciembre de 1474. El día siguiente, en Segovia, su hermana, la princesa doña Isabel, manda alzar pendones por «¡Castilla! ¡Castilla!, ¡por el rey don Fernando y por la reina doña Isabel, su mujer, propietaria de estos reinos!», y así se proclama ella misma reina de Castilla. De esta forma, ella zanja de una manera unilateral el problema dinástico que estaba pendiente desde hacía diez años, desde que, en noviembre de 1464, los nobles habían obligado a Enrique IV a desheredar a su hija doña Juana, apodada la Beltraneja. Algunas ciudades, como Ávila, Valladolid, Tordesillas, Toledo, reconocen a doña Isabel como reina; otras, como Burgos, Zamora y las ciudades andaluzas, prefieren esperar a que se aclare la situación. Igual vacilación se nota en el alto clero y la nobleza. El cardenal don Pedro González de Mendoza, el arzobispo de Toledo —don Alfonso Carrillo—, el conde de Benavente, el marqués de Santillana, el duque de Alba, el Almirante, el Condestable, el duque de Alburquerque —don Beltrán de la Cueva— juran a doña Isabel como reina legítima de Castilla. Pero el duque de Arévalo y don Diego López Pacheco, marqués de Villena, se niegan a rendirle homenaje. Desde el punto de vista diplomático, la situación tampoco es muy clara. La boda, celebrada en 1469, de la que ya se consideraba como heredera de Castilla y de don Fernando, futuro rey de Aragón, había suscitado inquietudes en Francia y Portugal; aquellas naciones veían con disgusto constituirse un bloque hegemónico en la Península.
Inicio del conflicto
Las hostilidades empiezan en mayo de 1475, cuando tropas portuguesas pasan la frontera castellana. El rey de Portugal, Alfonso V, pretende defender los derechos de su sobrina doña Juana, con quien acaba de contraer matrimonio. Los nobles castellanos hostiles a doña Isabel entran en rebeldía. La guerra de Sucesión Castellana tiene, pues, un carácter doble de guerra civil y de guerra internacional. Por su situación geográfica y su empuje económico, Castilla constituye el eje de la Península. La victoria de uno u otro bando significaría un desplazamiento del peso político de la nueva monarquía hacia el oeste y el Atlántico o hacia el este y el ámbito mediterráneo; lo que está en juego es la formación de un bloque Portugal-Castilla, que vendría a deshacer el bloque Castilla-Aragón en vías de constitución. A Francia también le preocupa la unión Castilla-Aragón; por eso decide aliarse con Portugal.
Campañas de Castilla-Aragón y Portugal
En los primeros meses de la campaña, los portugueses se apoderan de parte de Extremadura y de Galicia, ocupan Toro y, durante algunos días, Zamora. Cuentan con una invasión francesa por el norte para obligar a los Reyes Católicos a capitular. La reorganización del ejército castellano y la ayuda de Aragón permiten una contraofensiva de don Fernando por tierras de Burgos y, sobre todo, en Zamora. A principios de marzo de 1476, en Toro, las tropas castellanas derrotan a las portuguesas. Alfonso V de Portugal espera restablecer la situación a su favor con la alianza de Francia; pero la renuncia momentánea de Aragón a sus derechos sobre el Rosellón incita a Luis XI, rey de Francia, a retirarse del conflicto. Los reyes de Castilla afianzan su poder, reuniendo Cortes en Madrigal (abril de 1476) y repartiéndose las tareas: don Fernando pacifica la tierra de Zamora, mientras doña Isabel se dirige a Andalucía. En febrero de 1479, don Fernando, que desde hace algunas semanas es ya rey de Aragón por muerte de su padre, derrota a los últimos partidarios de doña Juana en las inmediaciones de Mérida (batalla de Albuera).
Fin de la Guerra de sucesión
El tratado de Alcáçobas (4 de septiembre de 1479) pone fin a la guerra: doña Isabel y don Fernando quedan reconocidos como reyes de Castilla; doña Juana —la Beltraneja— renuncia a sus supuestos derechos y se la obliga a pasar el resto de su vida en un convento de Coimbra (allí muere en 1530); se arreglan los desposorios del infante don Alfonso, hijo del príncipe heredero de Portugal, con la infanta Isabel, primogénita de los Reyes Católicos; por fin, Castilla acepta la expansión portuguesa en África.